Biografía y Contacto

Fotografía del autor: Alejandro Zenker 

Poeta, narrador, ensayista, periodista y editor. Nació en Bogotá, Colombia, en 1963. Entre sus publicaciones destacan:  dos ediciones del poemario Apocalipsis de la rosa (Quimera del Oro 1988 y Hojas Sueltas 1990); la novela Ritual de títeres (ganadora de Beca Colcultura en 1990: Tiempos Modernos Editores, 1992); El Tempestario y otros relatos (Común Presencia Editores 1998 y CreateSpace 2011); La palabra liberada (Colección Los Conjurados 2001, 2005 y 2009); Oscuro Nacimiento (Mención concurso nacional José Manuel Arango, Colección Los Conjurados, Bogotá, 2005, 2006 y 2010); Grandes entrevistas de Común Presencia (Premio Literaturas del Bicentenario, 2010); La morada fugitiva (Los Conjurados, 2014), El Libro de la Tierra - Antología Mayor (compila textos de 101 autores sobre el tema de la Tierra, 2014) y Las muertes inconclusas (Premio Internacional de Ensayo Maurice Blanchot, Colección Rosa de los Vientos, 2015). 

Han aparecido tres antologías que recogen su obra poética: Anticipaciones (CreateSpace, California, 2011), Liberación del origen (Universidad Nacional de Colombia, 2003), y El legado del fuego (Caza de Libros, Ibagué, 2010). Es coautor de libro-entrevista Rayo - Geometría iluminada (Ediciones Embalaje, 2001).

En 1989 participó en la fundación de la revista cultural Común Presencia (reconocida con Beca Colcultura a mejor publicación cultural del país, 1992).. Fue co-fundador de la colección de literatura Los Conjurados, actualmente distribuida en cinco países. Dirigió el programa televisivo Letra Viva. Fue Co-fundador y Director General del semanario virtual Con-Fabulación, reconocido con el Apoyo al Mejor Medio Virtual (Ministerio de cultura 2011 y 2012), que actualmente cuenta con 100.000 suscriptores. Es Asesor del Festival de Literatura de Bogotá.


Varios de sus crónicas, relatos y sus poemas han sido traducidos a 13 idiomas. Al inglés (por Scott Bailey, Rebecca Morgan, Martha Cecilia Rivera, Luis Rafael Gálvez y Nicolás Suescún), al griego (por Georgia Kaltsidou), al francés (por Michèle Goldstein y Marta Kovacsics), al alemán (por Christoph Janacs y Marta Kovacsics), al japonés (por Yuichi Mashimo), al árabe (por Muhsin Al-Ramli), al italiano (por Silvia Lavina, Emilio Coco y Gabriel Impaglione), al ruso (por Maria Bronnikova), al afrikaans (por Breyten Breytenbach), al portugués (por Teresa Salema, Floriano Martins, Antonio Miranda y Yacir Anderson Freitas), al gallego (por Yolanda Castaño) y al braille (por Olga Rojas). De su obra poética han sido publicadas las antologías: Anticipaciones, Liberación del origen y El legado del fuego.


Fue co-director junto con la poeta Amparo Osorio, del Día Mundial de la Poesía (versión Colombia) instituido por la Unesco. Obtuvo el Premio Internacional de Ensayo Maurice Blanchot (2007), con su trabajo "La Pregunta del Origen". 

Por el libro Grandes entrevistas de Común Presencia realizado conjuntamente con la poeta Amparo Osorio (Colección Los Conjurados, 2010); le fue concedido el "Premio Literaturas del Bicentenario", del Ministerio de Cultura. En esta extensa antología periodística se encuentran sus conversaciones con E.M. Cioran, García Ponce, Baurdillard, Saramago, Sabato, Vargas Llosa, Enzensberger, Fuentes, Goytisolo...

Su obra fue comentada por importantes poetas y pensadores de nuestro tiempo como: E.M. Cioran, Roberto Juarroz, José Ángel Valente, Bernard Noël, Fernand Verhesen, António Ramos Rosa, Alfredo Silva Estrada, Claude Fell, Roger Munier, Olga Orozco, Antonio Gamoneda, Eugenio Montejo, Claude Michel Cluny, Armando Rojas Guardia, Martha Canfield, Franco Volpi, Jorge Rodríguez Padrón, Marco Antonio Campos...



Su novela Ritual de títeres, fue reeditada en 2011 para conmemorar los veinte años de su aparición. En 2012, 30 artistas realizaron un homenaje a esta obra pintando escenas, imágenes o personajes, entre quienes sobresalen: Pedro Alcántara Herrán, Jim Amaral, Gastón Bettelli, Nicolás De la Hoz, Eduardo Esparza, Germán Londoño, Ángel Loochkartt, Fernando Maldonado, Octavio Mendoza, Fabiola Flórez, Sergio Trujillo, Jairo Pinto, Patricia Tavera y Armando Villegas. Fue publicado un completo catálogo y la muestra fue exhibida durante el mes de noviembre en la galería La Escalera de Bogotá. La muestra se hizo itinerante y fue expuesta en febrero de 2013 en La Casa del Libro Total, en Bucaramanga; en junio de 2013 en el Museo de Arte Moderno del Magdalena y en julio de 2013 en La Aduana en Barranquilla.

Participó en diversos Encuentros de Poesía y dictadó conferencias en una veintena de países. De 2009 a 2013 fue nominado al Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca (Granada, España). En el año 2006 dirigió el Taller de Creación Poética del Departamento de Literatura de la Universidad Nacional de Colombia. Falleció en la ciudad de Bogotá, Colombia el 24 de mayo de 2016.

Gonzalo Márquez Cristo
E-mail: comunpresencia@yahoo.com

Antologías


Sus trabajos han aparecido en 37 antologías y numerosas publicaciones entre las cuales resaltamos: Con il fuoco del sangue - Trentadue poeti colombiani d'oggi (antología realizada por Emilio Coco, Raffaelli Editore, Rimini, Italia, 2015); Tiempos del nunca - Jim Amaral (Galería La Cometa, Bogotá, 2015); Resistencia en la tierra (antología de poesía social y política realizada por Federico Díaz-Granados, Chile, 2014); Revista Punto Seguido No. 57 (Medellín, 2014); Antología de la poesía colombiana contemporánea en árabe (Traducción de Dr. Muhsin Al-Ramli, Editorial Al-mada, Bagdad, 2014); El Biblionavegante - Un viaje por la cultura del mundo (Autor José Chalarca, ensayo "Tres poetas", Común Presencia Editores, 2014). 
Ensayistas bogotanos (Antología, Común Presencia Editores, Bogotá, 2013); Extravíos, comentarios bibliográficos (autor Gabriel Arturo Castro, Klepsidra Editores, Pereira, 2013); Villegas (Catálogo Enlace-Arte contemporáneo, Lima, Julio de 2013); Revista Casa Palabras (Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito, Julio 2013); Colombie: Catharsis de la violence (La Vache Bleue- Consulado General de Colombia, París, 2013); Lesen Sie Gedichte (Viena - Austria, marzo de 2013).
Homenaje a Gonzalo Márquez Cristo: 30 artistas interpretan la novela Ritual de Títeres (Catálogo Galería La Escalera, Bogotá, noviembre de 2012); Una fantasía visual (Colección de Arte Club El Nogal, Bogotá, 2012); Panorama de la literatura colombiana en la Confederación Helvética (Edición trilingüe alemán-francés-español, Gimnasio Moderno, Bogotá, 2012); La noche del Ángel (Catálogo Galería La Escalera, septiembre de 2012);  Panorama of the Americas - Cuento (Copa Airlines Magazine, Julio de 2012); Ómnibus Revista Intercultural (Julio-Septiembre de 2012, Madrid, España); El juego de la interpretación - Homenaje a clásicos del erotismo (Galería Alonso Arte, Bogotá, 2012); Revista Los Torreones No. 1 (Gimnasio Moderno, Bogotá, 2012), Memorias del XXII Festival Internacional de Poesía de Medellín (Ediciones Prometo, Medellín, 2012); República del viento - Antología de poetas colombianos nacidos en los años sesenta (Editorial Universidad de Antioquia, Medellín, 2012). 
Roberto Matta, una ocasión (Foramen Acus Ediciones, Santiago de Chile, 2011); Poesía colombiana 1931-2011 (Ministerio de Cultura, Universidad Nacional, Común Presencia Editores); Antología de poesía contemporánea México-Colombia (Cangrejo Editores, Bogotá, 2011); Víacuarenta (No 9, Barranquilla, 2011); La escritura y el deseo: Gonzalo Márquez Cristo (Audiovisual realizado por el fotógrafo Alejandro Zenker. Vimeo, Ciudad de México, 2011).
Párrafos de aire: primera antología del poema en prosa colombiano (Editorial Universidad de Antioquia, Medellín, 2010); Anterem (No 81. Verona, Italia, 2010); Poemas perversos (CreateSpace, California, 2010); La Otra (Revista de poesía No 8, México D.F., 2010); En sentido figurado - Literatura colombiana (Revista No 6, México D.F., 2010). 
Con-Fabulación 100 (Los Conjurados, Bogotá, 2009); Panorama virtual de la nueva poesía colombiana (Ulrika, Editores, 2009), Desde el umbral II - Poesía colombiana en transición (Ediciones UPTC, compilada por Jorge Eliécer Ordóñez, 2009). 
Antología de la Poesía Colombiana 1958-2008 (El Perro y la Rana, Caracas, Venezuela, 2008); Poetas Bogotanos (Coedición Fundación Alzate Avendaño y Los Conjurados, Bogotá, 2008); El coloquio insolente (Editorial Visa G, Neiva 2008); Memorias del XVIII Festival Internacional de Poesía de Medellín (Ediciones Prometo, Medellín, 2008); Memorias del V Festival Mundial de Poesía, Caracas (Casa Nacional de la Letras, Venezuela, 2008); Catálogo Meridianos - Jim Amaral (Galería La Cometa, Bogotá, 2008); Revista Hojas Sueltas (Neiva, 2008), RevistAtlántica -dedicada a Colombia (España, 2008); Revista del Carnaval (Heriberto Fiorillo Editor, Barranquilla, 2008), Revista Mefisto (Pereira, 2008); Segunda antología del cuento corto colombiano (Universidad pedagógica Nacional, Bogotá, 2008); Revista Fractal: Literatura colombiana, No 45 / 46 (México, 2008). 
Mundo mágico: Colombia (Ediciones Bagacao, Brasil, 2007); Antología de poesía colombiana: 1931-2005 (Ediciones UNAM, México D.F., 2006); Memorias Encuentro de Poetas Palabra en un Archipiélago (Lisboa, Portugal, 2006); Nosotras, vosotras y ellas (Ediciones Desde la Gente, Buenos Aires, 2006); El placer de la brevedad (Tunja, 2005); Madame destino (Ediciones Punto Seguido 25 años, Medellín, 2005); Encuentro de poetas del Mundo Latino (Morelia, México, 2004); Textura urbana (disco larga duración, poema "Orilla de carne" de Gonzalo Márquez, música compuesta por Juan Carlos Arboleda, Bogotá, 2003); Antología de la Poesía Hispanoamericana de Julio Ortega (Buenos Aires, 1997); Inventario a contraluz (Arango Editores, Bogotá, 2001); Tambor en la Sombra (Ediciones Verdehalago, México, 1996), realizada por Henry Luque Muñoz; Antología de la Poesía Colombiana (El Áncora Editores, Bogotá, 1997), compilada por Rogelio Echavarría; Cuentistas bogotanos (Editorial Panamericana, Bogotá, 1998); Quién es quién en la poesía colombiana (El Áncora Editores, Bogotá, 1998); Memorias del IX Festival Internacional de Poetas de Medellín (Publicaciones Revista Prometo, Medellín, 1999)...
Ha realizado prólogos para varios libros como: Discursos Premios Nobel Tomo 3 (Común Presencia Editores, 2004); La casa leída, antología universal (1996); Poesía vertical, antología de Roberto Juarroz (Colección Los Conjurados, 2001); Revelación y caída, antología de Georg Trakl (Los Conjurados, 2002); Poemas escogidos de Giuseppe Ungaretti (2003); Memoria de aprendiz de Yirama Castaño (2011); Fantasmas para noches largas  de Martha Cecilia Rivera (Colección Los Conjurados, 2014)...

Sus textos han sido reproducidos también en numerosos periódicos y páginas virtuales.

Las Muertes Inconclusas (2015): Comentarios

"Premio Internacional de Ensayo Maurice Blanchot"


Los seis ensayos de Las muertes inconclusas constituyen un asedio a esenciales temas que han acompañado el destino del hombre desde una perspectiva singular: son un diálogo con el silencio, el instante, el amor, la tragedia, el delirio y la poesía, entendidos como “altas formas de la desaparición”, como una destellante interrupción del cotidiano fluir que fortalece nuestra existencia.

Es la tentativa por imponer una pedagogía de la percepción, postulada desde el cauce de una escritura donde el pensamiento y lo poético se han imbricado, para poder ofrendar la conciencia afincada en toda “muerte irresoluta” y en su asombrosa opción de retorno.

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Me extravío en el pensamiento vertiginoso de este libro
Por Antonio Gamoneda

(Prólogo)

He leído el libro de Gonzalo Márquez Cristo en su original. Un abismo y su vértigo. El abismo y su vértigo disuelven en mí, si es que la tengo, la trama neuronal del pensamiento. Pensar el libro y decir de él. Pensar, decir, explicar, definir... Definir es conciencia de límites, decía Cicerón, si bien recuerdo. Y ¿cuáles son los límites del abismo, suponiendo que el abismo tenga límites? No lo sé y no me importa no saberlo. No hay conciencia de límites en el interior del vértigo. Esto pienso, si es que pienso. Sería además una conciencia inútil. Pero bien, ahora mismo (¿qué será, “ahora mismo”?; sí, ya lo sé; que me lo dice Gonzalo: es el instante; el instante que aparece y desaparece simultáneamente; que es y no es simultáneamente; y, por tanto, en él vivimos y no vivimos, amenazados por la eternidad; por la eternidad del instante; por uno y otro que no son tiempo en sí mismos). Decía que “ahora mismo” no sé por qué, vertiginosamente, presiento que lo inconcluso es lo que no puede concluir precisamente porque no tiene límites. Bien; así es lo que no es. Pero qué es, insisto, qué son y no son, pongamos, en su envés, lo inconcluso y los límites? Me dice Gonzalo que la muerte. No lo entiendo, pero sí, probablemente. ¿Qué era yo hace, más o menos, mil años y qué voy a ser dentro de, más o menos, mil años, contados desde este inapresable “ahora mismo”? Nada. Nada, sea cual sea y no sea el milenio, y nada, sea lo que sea no siendo, el instante, el “ahora mismo”. Le dicen vida, al parecer, y por tanto, al parecer, ha de ser sólo apariencia, y, por tanto, la vida, ciertamente, no es la vida. Por causa no sabida, que habrá de ser, lógicamente, apariencia, yo dispongo, dicen, de la palabra. ¿De qué? ¿Por qué? ¿Para qué? Para salvarme, dicen, Para salvarme entonces, digo yo, será de la vida, de esa otra primera apariencia. No; para salvarte, siguen diciendo, de la muerte ¿De qué muerte? ¿De la última apariencia? No nos entendemos. Obviamente, la palabra, la palabra poética, quiero decir, es también y tan sólo un estado liminal del silencio; del único atributo pertinente del ser y no ser; de la realidad que se libra constantemente de si misma confundiéndose en el ser y no ser. ¿Y el amor, la tragedia, la alucinación? Sí, naturalmente, grandes convulsiones, accidentes deseados o temidos que se producen sin que por ello adquieran realidad; como todo, como sus continentes, son y no son, y, siendo y no siendo nos convulsionan y abrasan. Así, como digo, me extravío yo en el pensamiento vertiginoso de este libro; por ahí, por esa selva invisible, andan con pasos lúcidamente orientados hacia su propio misterio Las muertes inconclusas. Pregunten por ellas a Gonzalo de parte de su cisatlántico hermano Antonio Gamoneda (Premio Cervantes, Premio Reina Sofía).

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Comunicado de prensa referente al premio concedido en el año 2007: El poeta colombiano se impuso con su trabajo titulado “La pregunta del origen” entre 243 textos enviados de 14 países, en el concurso realizado en homenaje al centenario del nacimiento del ensayista francés Maurice Blanchot, organizado por la Asociación Pensamiento Libre. Su ensayo fue elegido por un jurado internacional conformado por el reconocido escritor y crítico peruano Julio Ortega, el profesor español Manuel J. Sánchez (quien ha sido catedrático de las universidades alemanas Ruprecht-Karls y Tübingen), y por el narrador venezolano Jorge Gómez Jiménez (editor de la revista literaria Letralia); por poseer: Una gran capacidad reflexiva que aborda territorios inéditos sobre el tema del espíritu trágico, unida a una escritura estremecedora y poética, que deja traslucir el alto compromiso de su autor con el pensamiento y la palabra.


(Libro ilustrado por Germán Londoño)

El Libro de la Tierra - Antología Mayor



EL MÁS ALTO PENSAMIENTO DE LA HUMANIDAD
101 Autores Clásicos. Textos Iluminados.
Selección y Prólogo de Gonzalo Márquez Cristo


Rig Veda, La Biblia, Gilgamesh, Hesíodo, Ovidio, Popol Vuh, Kogui, Guaraní, Tuareg, Cofán, Rimbaud, Frazer, Matta, Anaximandro, Heráclito, Pármenides, Demócrito, Platón, Aristóteles, Aristarco, Eratóstenes, Schopenhauer, Nietzsche, Rousseau, Heródoto, Plinio El Joven, Marco Polo, Colón, Alvar Núñez, Pigafetta, Humboldt, Bolívar, Esopo, Luciano, Swift, Wilde, Lagerlöf, Kafka, Saint-Exupéry, García Márquez, Da Vinci, Copérnico, Bruno, Galilei, Kepler, Huygens, Newton, Darwin, Marx, Engels, Boltzmann, Einstein, Freud, Perse, Chuang Tsu, Li Po, Tu Fu, Li Shang Yin, Wang Wei, Nezahualcóyotl, Whitman, Baudelaire, Rilke, Ramos Sucre, Rabearivelo, Neruda, Gamoneda, Buonarroti, Basho, Defoe, Hölderlin, Cacique Seattle, Gauguin, Van Gogh, Machado, Barrett, Trakl, Rivera, Lovecraft, García Lorca, Hernández, Libro egipcio de los muertos, Homero, Virgilio, Alighieri, Paracelso, Nostradamus, Verne, Juan de Patmos, Schwob y Schiller...


Honor a la raza humana (Prólogo)

Por Gonzalo Márquez Cristo

«Nuestro amigo el Sol ha muerto, ¿retornará?» pregunta Stéphane Mallarmé en Los dioses antiguos, y este conmovedor y poético interrogante, que alude a nuestro inevitable funeral cósmico descrito en el hinduismo (Día de Brahma) y en el calendario Maya donde nuestra estrella cumple ciclos categóricos, se ha convertido también en una pesadilla de la astrofísica desde cuando científicos como Ludwig Boltzmann y otros alucinados investigadores de la termodinámica decretaron el fin del Universo.
Del origen estelar acaecido hace 14.500 millones de años hasta nuestra consumación cósmica que ocurrirá con la colosal agonía de nuestro amigo el Sol dentro de 5.000 millones de años si antes no improvisamos nuestro apocalipsis, obedeceremos los designios de la física que según los últimos descubrimientos se vislumbran cada día más aciagos.
La presencia protagónica del ser humano en la Tierra: en una pequeña «mota de polvo» –para usar la metáfora de Christiaan Huygens–, evidencia que este prepotente engendro, que antes se creía elegido por los dioses, aunque sabe todavía muy poco de su origen, ya deletrea el alfabeto de su aniquilación. Y al iniciar este tercer milenio, humillado por la ciencia, intentando fundamentarse en la nueva mitología legada por la Cuántica y la Relatividad, vemos cómo se encuentra condenado a un ínfimo rincón de la Vía Láctea (Camino de Leche), que debe su nombre al instante en que la bella diosa Hera alejó intempestivamente de su seno a su hijastro Heracles, quien siendo aún un infante ávido, intentó furtivamente amamantarse con el propósito de conquistar la inmortalidad; y así, según la perturbadora imaginería griega, de aquella lluvia de leche divina, se formarían las más de 200.000 millones de estrellas que conforman nuestra casa mayor.
Del caos al cosmos, del desorden del Big Bang a la armonía galáctica cuyo primer soñador fue Pitágoras; de nuestro origen estelar a la compleja vida en esta esfera imperfecta en la cual viajamos con celeridad por el universo –tal vez hacia ningún lugar– y que gira sobre sí misma a una velocidad más rápida que la del sonido (1.600 km/hora); de las cosmogonías forjadas por los pueblos primigenios hasta las inferidas por la ciencia, que no son menos fantásticas si contemplamos las teorías que involucran nuevas dimensiones, viajes en el tiempo y mundos paralelos –fuentes incesantes de perplejidad–; y si a lo anterior adicionamos las extravagantes explicaciones propuestas por las religiones con el fin de sustentar sus dogmas, pareciera incuestionable que el universo tiene más de fantasmagoría que de realidad, como lo vio Platón en el mito de la Caverna y algunos cultores de la ciencia ficción.
Debido a esta multiplicidad de visiones y hallazgos que afloran de las arduas disciplinas del conocimiento, y sin la odiosa pretensión de ser exhaustivos, pero sí con la entereza de configurar un diminuto –aunque esencial– mapa de nuestro vínculo con la Madre Magna, que conjunte deslumbrantes creadores, desenfrenados vigías cósmicos y acuciosos investigadores; nos propusimos acopiar un archipiélago de voces que comenzaron a construir hace milenios en distintas regiones del planeta, en innumerables lenguas y proveniente de diversas culturas, esta Antología Mayor: legado de la imaginación que honra a la Tierra y que ilumina nuestro acontecer cósmico […] 

Homenaje a Ritual de Títeres



La Galería La Escalera, acogiendo la propuesta de Fabiola Flórez, Nicolás De la Hoz, Fernando Maldonado y Eduardo Esparza, de interpretar episodios o imágenes de Ritual de títeres de Gonzalo Márquez Cristo, apoyada febrilmente por varios de los más prestigiosos artistas colombianos, rinde tributo a esta novela de culto, que acaba de cumplir veinte años de publicada, exhibiendo la perturbadora muestra de las 30 obras que nos adentran a su esencial universo literario.

Este hecho sin precedentes, donde una legión de virtuosos artistas, se sumerge en las decisivas palabras de uno de nuestros más destacados creadores, fue testimoniada en un bello catálogo, para el placer de los amantes de la plástica y la poesía.


Los artistas que interpretaron escenas, personajes o imágenes de la novela fueron:

Pedro Alcántara Herrán • Jim Amaral • Marlén Amaya • Rosenell Baud • Gastón Bettelli • Luis Cabrera • Manolo Colmenares • Nicolás De la Hoz • Eduardo Esparza • Fabiola Flórez Roncancio • María Victoria García • Roshi Gómez • Martha Guzmán • Filomeno Hernández • Germán Londoño • Ángel Loochkartt • Fernando Maldonado • Guillermo Melo • Octavio Mendoza • Patricia Ortega • Dioscórides Pérez • Camilo Pinto • Jaime Pinto • Jairo Pinto • Augusto Rendón • Patricia Tavera • Sergio Trujillo Béjar • Ricardo Villegas • Armando Villegas.

La Morada Fugitiva (Poesía, 2014): Comentarios


Habitar la poesía
Por Antonio Gamoneda
Vivir la poesía, habitar la poesía. Es ésta una circunstancia liminal que comporta el conocimiento, la advertencia extremada de un, a su vez extremado, hecho existencial: “Lo bello no es otra cosa que el comienzo de lo terrible”. Así diría Rainer Maria Rilke habiendo leído La morada fugitiva, el último libro de Gonzalo Márquez Cristo.
“Todo grito es sagrado”, dice en una ocasión del libro su autor. Repárese en la total acomodación de esta “bella” y “terrible” denotación al pensamiento rilkeano, con el que, por cierto, el poeta colombiano no ofrece afinidades que pudiéramos entender literarias. La línea citada es una muestra, fuera de contexto, de otra afinidad, más profunda, que puede darse, que se da de hecho, en no pocos excelentes poetas.
A “la flor que se abre en la tormenta” convoca también Márquez Cristo. Cierto: la flor de la poesía “se abre” en un mundo atormentado por los poderes fundamentados en la injusticia. Así, sin decirlo en términos informativos, queda dicho en la vigilada y tensa conducta de esta palabra poética.
No debe buscarse primordialmente en ella, en la palabra poética de Márquez Cristo, aunque no falte, una comunicación de carácter metapoético, pues importa mucho más entender que la poesía, la poesía que lo es, se confunde íntimamente con la vida; como un órgano más nuclear y necesario en ella, en la vida.
La poesía, sí, cabe que se manifieste “fugitiva”, pero la fugitiva retorna; retorna a su espacio natural, a la vida; una vez más y siempre, a la vida.


Ábrase con respeto, con acendrada cautela, este libro simultáneamente luminoso y profundo, apasionado y apasionante, escrito por Gonzalo Márquez Cristo.


"La morada fugitiva", óleo realizado por Armando Villegas para la portada del poemario


En la intemperie del poema
Por Armando Rojas Guardia

Decididamente enamora el luminoso castellano en el que está escrito La morada fugitiva. Su dicción es perfecta y su fraseo, majestuoso. Sus versos, trabajados como con pinzas de oro, son a menudo lapidarios y quedan por largo tiempo gravitando en la memoria del lector. El desarrollo, contundentemente armónico de la versificación, es en todo momento litúrgico, porque va sumergiéndonos en una atmósfera litánica de gravedad religiosa, a la manera de un salmo laico, de un conjuro o de un ensalmo.
La irreprochable belleza de este poemario en su aspecto formal no hace sino sacramentalizar la hermosura de su contenido. Se trata de una meditación lírica en torno a una apuesta existencial por la ontológica intemperie que significa escribir poesía. Para el poeta ésta supone e implica abandonar la seguridad de las certezas y caminar sobre la cuerda floja de un asumido desamparo: sólo cuenta esa indefensión consentida. Pero, como el acróbata circense, Gonzalo Márquez Cristo, al dar el salto mortal sobre la cuerda que pende en el vacío, huérfano voluntariamente de todo asidero, obtiene para él y para nosotros la recompensa de su propia danza exenta, el efímero y maravilloso movimiento que lleva a cabo su destreza. Los lectores celebramos emocionados el baile aéreo de esta poesía, tan íntima como solemne, tan limpia como entrañable. 

El maestro Villegas firmando la pintura

El fin de los techos
Por Adalber Salas Hernández

Si el hombre es trascendencia, ir más allá de sí, el poema es el signo más puro de ese continuo trascenderse, de ese permanente imaginarse. Octavio Paz

En algún sentido, en algún momento, todos nos hemos sabido perseguidos. No me refiero, por supuesto, a la paranoia usual, pedestre, que puede acompañar a cualquier ser humano por un período de su vida –o toda–, quizás justificadamente. Antes bien, se trata de una persecución que sólo podría calificarse de ontológica y que nos toca del modo más hondo, rodeándonos sin aceptar excusas o sobornos, sin comerciar con preguntas, sin conocer respuestas. Es la persecución que adivinamos en el abrazo amargo del tiempo. Es la persecución que entrevemos en las escenas recurrentes de nuestra memoria, donde los muertos –o los vivos haciéndose pasar por ellos– no señalan e interrogan. Es la persecución que implica el hecho mismo de hablar una lengua.
Porque quien habla, quien se halla en posesión de un lenguaje, es sujeto de ese lenguaje, es acosado por él. Se encuentra sujetado, maniatado por el don de la palabra. No sólo por los usos sociales de la lengua, que sancionan cuándo y de qué manera está permitido decir, sino también por las palabras mismas, cada una de ellas con su larga, invisible caravana de recuerdos. Los vocablos rebosan con un significado que no escogimos, lo llevan a cuestas y lo dejan caer en nuestra boca: es por ello que toda frase que pronunciamos suena a eco, pues contiene voces que no conocemos, pero que nos determinan. Nuestra lengua nos piensa tanto –o más– como nosotros la pensamos a ella. Ser, para el dotado del habla, es inevitablemente ser perseguido.
Ante esta sujeción, hay quienes optan por la fuga. Sin embargo, no se trata de una huida cualquiera, pues el ser humano no puede huir de la lengua; se trata, en todo caso, de aprender a subvertir cada sílaba de cada oración, hallando en ellas ese espacio vacío, esa tierra de nadie, donde no significan, donde es posible imaginar para ellas un sentido insólito. Quienes deciden intentar este escape, no se fugan de la lengua, sino hacia la lengua, hacia la terra incognita que hay en ella. Quienes escogen este camino, no pueden abandonarlo luego, sin importar que lo recorran en prosa o en verso, en relatos, ensayos o poemas.
Gonzalo Márquez Cristo es uno de ellos. Ha escogido hacer en el lenguaje poético su morada fugitiva, su hogar que es viaje interminable. Y no es azaroso que sea justamente ese el título de su último libro: La morada fugitiva. En este volumen cuajan décadas de experiencia huyendo de los cercos del lenguaje a través de las vías –de las venas– secretas de la poesía.
Ya entre sus primeras páginas, podemos topar con versos como estos:
Amanece:
Las palabras se vuelven transparentes
Al salir veo cómo se abre el silencio.

Hay un idioma que sólo hablan
Quienes acaban de nacer.


Gonzalo Márquez. Fotografía de Nereo López


El poema del que forman parte se titula “Ars mutandi”, y no en vano: nos llevan, como lectores, a la escena de la salida, que también lo es de profunda transformación, pues en ella ocurre el primer atisbo de una palabra deslastrada de historias y conceptos. Una suerte de materia semántica pura, translúcida, apenas visible a esa hora indecisa en que el cielo se abre y amanece. Es exactamente a esa hora en que se parte en busca de ese idioma hecho con la arquitectura del silencio, sin importar si se escribe de noche, durante la tarde o con el primer sol de la mañana: siempre que se inaugura un texto que desea para sí un lenguaje desasido, aliento húmedo de origen, se escribe en pleno amanecer.
Pero inmediatamente luego de la partida, topamos con la incertidumbre. ¿Qué tierras son estas, móviles, que no aparecen en ningún mapa? Buscar el sentido insurrecto de las palabras implica poner en crisis todo lo que ellas aseguraban, apuntalaban en su sitio. Es canjear la memoria de las cosas por su negativo. Es por ello que Márquez Cristo se pregunta en el poema “Palabras para Eurídice”: ¿Quién conoce la geografía del olvido? Nadie puede asegurar estar familiarizado con ella; debe ser reinventada por cada viajero que la transite. Tal vez esta sería una manera de entender cada poema que leamos: un mapa dejado por quienes se internan en el olvido de la lengua.
La incertidumbre no da tregua. Debe ser sufrida en toda su extensión. Quien escribe buscando, primero tiene que perder la vista: La cicatriz del horizonte invade mis ojos, podemos leer en el texto “Llueve en el poema”. Pero es que solamente con ese horizonte cortando la mirada, puede hacerse patente hacia donde es necesario dirigirse. Ya abandonada la prisión de la lengua común, nada más queda avanzar en pos del hogar que es la lengua prometida:
Persigue la casa que navega
Consagra tu cuerpo sometido
Iníciate en la sed.
Así rezan –nunca mejor dicho– los versos pertenecientes a “Las muertes inconclusas”. El ansia mueve hacia esa nueva casa, brote inesperado en medio del destierro. El poeta, el viajero impenitente, sabe que su salvación se cifra en esa sed. “El hombre es el ser que padece su propia trascendencia”1, escribe María Zambrano en Los sueños y el tiempo, y entre su sentencia y la poética de Márquez Cristo hay una íntima consonancia. El ser humano se ve llamado a salir de sí, aunque tal empresa signifique su ruina. Quien escribe no sólo debe renunciar a las paredes y el techo de su cómodo universo simbólico a cambio del descampado, sino que incluso debe perder la propia voz, enronquecerla de tanta sed, para aprender a hablar nuevamente.
El hogar inédito que buscan estos poemas está ya en ellos, fugaz. La morada que intentan se edifica cada vez que el poema se escribe, aunque sea para perderse poco después. Así lo confiesa el poema “La casa que huye”:
Y en la oscuridad cuando las palabras
Se agrandan, subo a mi voz.
Lo que di nunca ha regresado.
Esta es la casa que huye.

Dar lo que nunca volverá: otro aprendizaje brutal al que nos somete esta escritura. El ascenso hacia la propia voz es una labor que se lleva a cabo en condiciones arduas, ya que nada más puede hacerlo quien se ha iniciado en la sed. Esa sed que no se aplaca, que es la huella misma de la casa que huye, la que se busca en cada texto.
No puede ser de otra manera. El hogar que intenta esta poesía es, por definición, el lugar de lo inhóspito. Es una morada con paredes de lluvia, con un piso que siempre cambia, donde se padece calor y frío. Y sin techo, por supuesto: esta poesía decreta el fin de los techos.
Porque no se dedica a intentar una lengua inexpugnable, ni a tallar para sí un nombre que resista el embate de los elementos. Porque ha hecho del desalojo su oficio. Está cosida por preguntas, esta poética, ya que es la forma retórica del descampado. “¿Quién no ha sufrido el destierro del lenguaje?”, se escucha en La morada fugitiva, el relato lírico, o poema en prosa, que titula y cierra el volumen. “¿Pero quién regresa a una casa que se mueve?”, se vuelve a escuchar en el mismo texto. “¿No es la poesía aquello que huye?”, oímos una vez más, en un texto que significativamente lleva por título esa interrogante. Preguntar es poner en crisis, es impugnar el sentido dado de las cosas. Transitar lo desconocido.
Y ello también conlleva “leer lo que no ha sido escrito”, para decirlo con las palabras que Giorgio Agamben consigna en Ninfas: “Las constelaciones celestes son, en este sentido, el texto original en que la imaginación lee lo que nunca ha sido escrito”.2 Esta frase bien podría valer por una profesión de intemperie. Desarticular los sentidos usuales de la lengua, producir un cortocircuito en la circulación del significado, para así hallar lo soslayado o lo nunca imaginado, es justamente aprender a leer lo que, por definición, es a-significante. Leer lo que no ha sido escrito: leer el afuera, es lo que entraña La morada fugitiva.
Lo cual no es, en la práctica de la escritura, más que invitar al afuera, hacer que habite en nuestras palabras. Así cada una de ellas estará marcada por él, tendrá la frente descubierta y los hombros dispuestos a un cielo implacable. La poética de Márquez Cristo lo comprende bien, como deja ver en estos versos pertenecientes al poema “Nadie tiene nombre en el origen”:
Esta noche la lluvia escribe en mis manos
Y sólo prevalece lo frágil.
Es imperativo experimentar aquí la muerte y el renacer de cada palabra: muerte de su sentido usual, condición necesaria para que se abra a la pluralidad de sentidos que lleva en el texto poético. Fabricar con la caducidad de las palabras una fortaleza no vista: esa paradójica fragilidad que prevalece.
Inventar lo que aún no existe: sin esta pulsión poética, no sería posible el desarrollo de ninguna lengua. Todos los hablantes participamos en ello, lo sepamos o no. Pero quien se entrega a la poética de lo descubierto, del cielo abierto y feroz, lo hace de un modo consciente. Un notable poeta venezolano supo ponerlo inmejorablemente en “La traducción es agua de mi tercera sed”, esas anotaciones publicadas en el volumen Acercamientos a Alfredo Silva Estrada: “Cuando el poeta comienza a escribir un poema parte de algo inexistente, de algo que todavía no es, que no está nominado: vacío impulsor, cúmulo confuso de experiencias que no bastan para constituir un cuerpo verbal, incompletitud, carencia, en fin, quién sabe, ni el mismo poeta lo sabe”.3 Si la lengua no cojeara, si la falta no fuera su núcleo constitutivo, su médula, la poesía no existiría. Y esta poética que despliega Márquez Cristo comprende bien que su misión no es suplir esa falta, sino explotarla: tomarla por labor y designio, construir ese cuerpo verbal, siempre incompleto, del cual todos participamos.
Valga decir: volver una y otra vez a ese primer silencio entrevisto, recrear el amanecer que signó la primera salida:
Poesía:
Insurrección del silencio
Sacrificio para una deidad extinta.
Estos versos se hallan al final de “Arte poética”, y no es casual la simetría que se establece entre ellos y los versos de “Ars mutandi”. En ambos el silencio se presenta como una necesidad –y en este último caso, como un trabajo a ser realizado, como una violencia a ser ejercida. Sacrificio es el vocablo que articula este deber. La revuelta del silencio, la entrada a los sentidos insólitos de los vocablos. Lúcidamente, la lengua es entonces sacrificada a la lengua: por esa vía la deidad extinta de las palabras pierde su rostro mortuorio y adquiere su cara inesperada.  
Esta poética despliega un estilo casi versicular, casi profético, que borra las fronteras entre la prosa y el verso, obligando al lenguaje a un más allá, a un descolocamiento que hace imposible situarlo en un solo espacio. Los versos quedan suspendidos, cada uno en su propia gravitación semántica, mostrándose en toda su extrañeza antes de declararse como parte de un conjunto mayor: el poema. Por eso empiezan todos en mayúsculas: marcan así su doble validez, cada uno en sí mismo y en función del conjunto.

No hay otra forma. Solamente así puede edificarse el hogar que huye: a través de la fuga misma de la lengua en la lengua. De ahí las frases, emblemáticas, del poema-relato “La morada fugitiva”: “Y ahora que la lengua se convierte en flecha, que nuestro origen fue proscrito, que el viento trae las herencias arrasadas, veremos nuevamente la morada fugitiva”. No más legados que carguen la sombra al caminar. No más origen opresivo, sólo origen en el horizonte. No más óxido en las sílabas, en las comisuras de los labios. Nada más la creación constante, siempre inconclusa, de la morada sin techos, la única que es fiel a las potencias del lenguaje. 

1. Zambrano, M. (2006). Los sueños y el tiempo. Madrid: Ediciones Siruela (p. 21).
2. Agamben, G. (2010). Ninfas. Trad. Antonio Gimeno Cuspinera. Valencia: Pre-Textos (p. 52).
3. Borzacchini, C. (2005). Acercamientos a Alfredo Silva Estrada. Caracas: Grupo Editorial Eclepsidra (p. 50).